/sures, “somos sures y los sures somos plurales”
/Instalación en la galería en cruz del Palacio Pereira, Santiago de Chile 2025
/Proyecto desarrolado con el apoyo del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile, a través de su Secretaría Ejecutiva de Artes de la Visualidad.

/Sures, Palacio Pereira. Santiago de Chile, 2025/
sures
Este no es un manual de instrucciones, sino una propuesta abierta, un mapa que permite un ejercicio de reorientación general. Volver a poner los pies en la tierra y los ojos en el cielo. Un intento de mirar el territorio desde otro ángulo, dar vuelta las cosas y pensar de nuevas formas el espacio que habitamos. Sin urgencias. Es también una pregunta hacia el pasado y proponer proyecciones al futuro.
En su núcleo, una reflexión sobre cómo se ha organizado lo habitable, los cuerpos y las memorias durante el tiempo. Mediante una serie de compases magnéticos, se sugiere que toda orientación es también una construcción, un pie forzado para intentar entender cómo aproximarse al mundo.
Esta instalación conoce su equilibrio a través de una brújula central hecha de cobre en el extremo que mira al sur y estaño en el que apunta al norte. Esta, siendo la primera (o la última) se acompaña de otras ocho brújulas de bronce suspendidas en el aire. Un material mestizo, mezcla de norte y sur, como el territorio mismo. Aunque todas se alinean de una u otra forma con el polo austral, sus campos magnéticos interactúan entre sí. Esta sutil interferencia crea un sistema móvil, donde ninguna apunta exactamente igual que la otra. Así, sures habla de las múltiples tensiones visibles e invisibles; habladas, escritas o escondidas, que se imprimen en la historia de una cultura de mezclas, aleaciones y horizontes.
cuerpos suspendidos
sures nace de una investigación que encuentra diversas disciplinas: geografía, arqueología, astronomía, historia y arte. El lugar donde se instala es en sí mismo un territorio de cruces, un territorio de huellas que se levantan, saludan y coexisten con el presente.
X
Se presenta en la cúpula del Palacio Pereira, edificio patrimonial ubicado en el centro histórico de la ciudad, evocando también un sistema de orientaciones pensado desde la llegada y tiempos remotos. Su planta en cruz, dentro de los límites de la grilla fundacional de Santiago, vuelve a proponer un discurso tras tres décadas de abandono y la posterior restauración del inmueble.
Pero esta grilla fundacional, así como la instalación, no está perfectamente alineada con los puntos cardinales. Santiago fue trazado con una inclinación de aproximadamente 7° respecto del norte geográfico, una desviación que por años fue leída como un error de los antiguos planos. Sin embargo, investigaciones contemporáneas, respaldadas por el arqueoastrónomo Patricio Bustamante, han declarado que esta orientación respondería a un fenómeno astronómico: la alineación, también conocido como crossover de la Luna y el Sol en los días cercanos al equinoccio de primavera, observable desde la misma Plaza de Armas, precisamente desde el eje de la Calle Catedral, estructura la trama del centro histórico.
Tal como indican los protagonistas en la obra La fundación de Santiago de Pedro Lira, se especula que el establecimiento de la Plaza de Armas como eje central coincidió con la presencia de un Ushnu —una plataforma ceremonial incaica— que alineaba lo humano con los cerros, o huacas, y el movimiento de los astros. El asentamiento, entonces, no sería sólo funcional, sino también espiritual, simbólico. Así, sures se suma a un llamado patrimonial de rescatar lo que estuvo escondido, rescatar lo que permanece. Vuelve a mirar esos rastros, tal como Pedro Lira firma sobre la piedra de la persona nativa en su cuadro. Vuelve a sentar las bases o delinear una hoja de ruta que recuerde y recupere la dimensión sagrada y astronómica del territorio, poniendo en cuestión las narrativas oficiales sobre cómo y por qué se organizan los espacios habitados en este extremo del planeta.
La ciudad está llena de elementos que se han desplazado, borrado o clausurado. El patrimonio visual —cómo vemos el cielo, el sol, las montañas— ha sido interrumpido por edificios, cercos, y nuevas estructuras que a veces no dialogan con algunas versiones establecidas como oficiales de la historia. Pero hay huellas que resisten: cerros que siguen mirando al cielo, alineaciones que sobreviven en la forma de una calle, memorias que flotan en la orientación de una plaza.
sures mira esas huellas. Hablar de la orientación no es solo un cuestionamiento físico, sino también simbólico y político porque, como bien señala Silvia Rivera Cusicanqui, nuestras identidades están compuestas de manchas contradictorias, mezclas poco homogéneas.
¿Qué dicen las piedras del pasado? ¿A qué sistema respondemos cuando miramos el mundo desde el paisaje y sus elementos? ¿Desde dónde hablamos cuando nombramos el sur?
El gesto de alinear las brújulas no es un intento de imponer un nuevo centro, sino de revelar que cada dirección es en relación con otras. Que la orientación es un campo vivo, en constante movimiento, y que nuestras formas de estar en el mundo están atravesadas por y con la otredad. En culturas originarias de los Andes, el espacio no se organiza por puntos cardinales fijos, sino por relaciones con el entorno y, aun cuando olvidadas en parte estas relaciones, aún es posible rastrearlas.
entornos arqueológicos
Adoptar una mirada arqueológica del paisaje. No como excavación literal, sino como un cruce de capas. Mirar los cerros como observatorios, los planos antiguos como narraciones incompletas, las calles como ejes astronómicos, las memorias como fragmentos suspendidos. En ese sentido, la instalación conversa también con la estructura llana de los valles chilenos, donde se han asentado culturas a lo largo del tiempo. Las barras suspendidas se presentan en el horizonte de la cúpula, refieren a esos paisajes y a los márgenes invisibles que delinean la geografía e identidad de Chile y sus pueblos.
sures quiere releer un presente entendiendo que el territorio no es solo suelo, sino también cielo, memoria, y alternativas múltiples. Un margen ambiguo, pero por suerte esta obra no busca respuestas absolutas, sino que las cuestiona, las revuelve. Se suma a la idea de entender la crisis, los cambios y la incertidumbre como una posibilidad y oportunidad reveladora, mirando desde otra parte. Un saludo al Sol y la Luna como una conversación suspendida en el aire. Un mapa en movimiento. No existe un único sur, ni una sola manera de entenderlo. Ser del sur es una forma de ver, de reescribir, de mezclar, de desplazarse. Como el artista señala: “Somos SURES, y los sures somos plurales”. Esta obra nos invita a reconocer dentro de ese movimiento: a permitir que las distancias y los campos invisibles afecten y hagan lo suyo./
sures
Este no es un manual de instrucciones, sino una propuesta abierta, un mapa que permite un ejercicio de reorientación general. Volver a poner los pies en la tierra y los ojos en el cielo. Un intento de mirar el territorio desde otro ángulo, dar vuelta las cosas y pensar de nuevas formas el espacio que habitamos. Sin urgencias. Es también una pregunta hacia el pasado y proponer proyecciones al futuro.
En su núcleo, una reflexión sobre cómo se ha organizado lo habitable, los cuerpos y las memorias durante el tiempo. Mediante una serie de compases magnéticos, se sugiere que toda orientación es también una construcción, un pie forzado para intentar entender cómo aproximarse al mundo.
Esta instalación conoce su equilibrio a través de una brújula central hecha de cobre en el extremo que mira al sur y estaño en el que apunta al norte. Esta, siendo la primera (o la última) se acompaña de otras ocho brújulas de bronce suspendidas en el aire. Un material mestizo, mezcla de norte y sur, como el territorio mismo. Aunque todas se alinean de una u otra forma con el polo austral, sus campos magnéticos interactúan entre sí. Esta sutil interferencia crea un sistema móvil, donde ninguna apunta exactamente igual que la otra. Así, sures habla de las múltiples tensiones visibles e invisibles; habladas, escritas o escondidas, que se imprimen en la historia de una cultura de mezclas, aleaciones y horizontes.
cuerpos suspendidos
sures nace de una investigación que encuentra diversas disciplinas: geografía, arqueología, astronomía, historia y arte. El lugar donde se instala es en sí mismo un territorio de cruces, un territorio de huellas que se levantan, saludan y coexisten con el presente.
X
Se presenta en la cúpula del Palacio Pereira, edificio patrimonial ubicado en el centro histórico de la ciudad, evocando también un sistema de orientaciones pensado desde la llegada y tiempos remotos. Su planta en cruz, dentro de los límites de la grilla fundacional de Santiago, vuelve a proponer un discurso tras tres décadas de abandono y la posterior restauración del inmueble.
Pero esta grilla fundacional, así como la instalación, no está perfectamente alineada con los puntos cardinales. Santiago fue trazado con una inclinación de aproximadamente 7° respecto del norte geográfico, una desviación que por años fue leída como un error de los antiguos planos. Sin embargo, investigaciones contemporáneas, respaldadas por el arqueoastrónomo Patricio Bustamante, han declarado que esta orientación respondería a un fenómeno astronómico: la alineación, también conocido como crossover de la Luna y el Sol en los días cercanos al equinoccio de primavera, observable desde la misma Plaza de Armas, precisamente desde el eje de la Calle Catedral, estructura la trama del centro histórico.
Tal como indican los protagonistas en la obra La fundación de Santiago de Pedro Lira, se especula que el establecimiento de la Plaza de Armas como eje central coincidió con la presencia de un Ushnu —una plataforma ceremonial incaica— que alineaba lo humano con los cerros, o huacas, y el movimiento de los astros. El asentamiento, entonces, no sería sólo funcional, sino también espiritual, simbólico. Así, sures se suma a un llamado patrimonial de rescatar lo que estuvo escondido, rescatar lo que permanece. Vuelve a mirar esos rastros, tal como Pedro Lira firma sobre la piedra de la persona nativa en su cuadro. Vuelve a sentar las bases o delinear una hoja de ruta que recuerde y recupere la dimensión sagrada y astronómica del territorio, poniendo en cuestión las narrativas oficiales sobre cómo y por qué se organizan los espacios habitados en este extremo del planeta.
La ciudad está llena de elementos que se han desplazado, borrado o clausurado. El patrimonio visual —cómo vemos el cielo, el sol, las montañas— ha sido interrumpido por edificios, cercos, y nuevas estructuras que a veces no dialogan con algunas versiones establecidas como oficiales de la historia. Pero hay huellas que resisten: cerros que siguen mirando al cielo, alineaciones que sobreviven en la forma de una calle, memorias que flotan en la orientación de una plaza.
sures mira esas huellas. Hablar de la orientación no es solo un cuestionamiento físico, sino también simbólico y político porque, como bien señala Silvia Rivera Cusicanqui, nuestras identidades están compuestas de manchas contradictorias, mezclas poco homogéneas.
¿Qué dicen las piedras del pasado? ¿A qué sistema respondemos cuando miramos el mundo desde el paisaje y sus elementos? ¿Desde dónde hablamos cuando nombramos el sur?
El gesto de alinear las brújulas no es un intento de imponer un nuevo centro, sino de revelar que cada dirección es en relación con otras. Que la orientación es un campo vivo, en constante movimiento, y que nuestras formas de estar en el mundo están atravesadas por y con la otredad. En culturas originarias de los Andes, el espacio no se organiza por puntos cardinales fijos, sino por relaciones con el entorno y, aun cuando olvidadas en parte estas relaciones, aún es posible rastrearlas.
entornos arqueológicos
Adoptar una mirada arqueológica del paisaje. No como excavación literal, sino como un cruce de capas. Mirar los cerros como observatorios, los planos antiguos como narraciones incompletas, las calles como ejes astronómicos, las memorias como fragmentos suspendidos. En ese sentido, la instalación conversa también con la estructura llana de los valles chilenos, donde se han asentado culturas a lo largo del tiempo. Las barras suspendidas se presentan en el horizonte de la cúpula, refieren a esos paisajes y a los márgenes invisibles que delinean la geografía e identidad de Chile y sus pueblos.sures quiere releer un presente entendiendo que el territorio no es solo suelo, sino también cielo, memoria, y alternativas múltiples. Un margen ambiguo, pero por suerte esta obra no busca respuestas absolutas, sino que las cuestiona, las revuelve. Se suma a la idea de entender la crisis, los cambios y la incertidumbre como una posibilidad y oportunidad reveladora, mirando desde otra parte. Un saludo al Sol y la Luna como una conversación suspendida en el aire. Un mapa en movimiento. No existe un único sur, ni una sola manera de entenderlo. Ser del sur es una forma de ver, de reescribir, de mezclar, de desplazarse. Como el artista señala: “Somos SURES, y los sures somos plurales”. Esta obra nos invita a reconocer dentro de ese movimiento: a permitir que las distancias y los campos invisibles afecten y hagan lo suyo./
/Texto: Francisca Urrutia Miranda/

/Sures, Palacio Pereira. Santiago de Chile, 2025/
/Sures, Palacio Pereira. Santiago de Chile, 2025/

